Aviso:

Estimados lectores, aviso: ni soy coherente, ni siempre soy sincera.

jueves, 6 de enero de 2011

De repente me lo contó todo.

Me desveló una de las claves de la longevidad: no preocupes a tu corazón.
Todo llega a su tiempo. Las preocupaciones y las prisas son muy malas para el ritmo cardiaco, para el sistema cardiovascular, para el carácter, para la absorción de nutrientes e incluso, opinó que es muy posible que sean el origen de mis dolores de cabeza.

Su secreto era vivir tranquila, pero sin dormirse en los laureles.
Me explicó que hay que tener mucha persistencia en lo que una haga, que debo ser realista, a veces las cosas no salen a la primera, pero no hay que tirar la toalla, si sigues intentándolo no hay nada imposible.

Por otro lado, no olvidó contarme también que siempre te puedes caer bocarriba, pero te terminas dando la vuelta… y que no, no debo angustiarme, si no lo consigo… habrá alguien que se percate y te ayude a volver a ponerte con las patas en la tierra.

Como consejo, me dijo que no temiese a los demás, me explicó cómo uno debe ponerse el caparazón, es importante para impedir que te hieran los enemigos, pero siempre desde una posición tranquila, no hay que ponerse tampoco a enseñar dientes.

También puntualizó la importancia de saber disfrutar del calor del sol, y comer más frutos de la tierra. No la creía tan detallista, pero se había fijado en que yo hacía mucho que no hacía ninguna de las dos cosas.

Lo cierto es que me sorprendió todo lo que sabía, de hecho es que aunque siempre habíamos compartido habitación, nunca se me había ocurrido preguntarle.

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